domingo, 30 de marzo de 2014

Carancho: el traslado del negro Viana

Viana Acosta vive hoy en el Chuy, pero no olvida aquel 1974. 

 CRÓNICAS DE 30 AÑOS EN PERIODISMO

 por Roger Rodriguez
 28 de marzo de 2014


En otro artículo, titulado La Coordinación Represiva desde 1974 (https://www.facebook.com/notes/roger-rodriguez/la-coordinaci%C3%B3n-represiva-desde-1974/691379537580101), presento un par de notas escritas en 2008 en el diario La República, en las que se puede leer un contexto local e internacional sobre lo que ocurría entonces en Uruguay y la región, cuando los servicios de inteligencia que actuaban como escuadrones de la muerte, formalizaron sus nexos con instituciones policiales y militares de los países vecinos.
En enero de aquel año, se desarrolló en Buenos Aires una reunión de jefes de la represión de Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay que comenzaron a intercambiar información sobre los "subversivos", colocaron en sus embajadas agentes de enlace que figurarían como policías antinarcóticos (lo que explica el puesto que tuvo entonces Campos Hermida) y decidieron que no existirían fronteras ni extradiciones, sino que harían traslados clandestinos para devolver a los "comunistas" a sus países.
Este coordinación represiva nacida en Buenos Aires, a la que podríamos llamar Plan Carancho, ya que dos años después al encuentro formalizado en Santiago de Chile se lo denominó Plan Cóndor, tuvo como primera víctima a un uruguayo: Antonio Viana Acosta, cuya historia, publicada el domingo 14 de setiembre de 2008, podemos releer a continuación...

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El primer trasladado de la dictadura confirma la coordinación represiva de 1974

EL VIA CRUXIS DEL NEGRO VIANA ACOSTA

Lo secuestró la Triple A en febrero de 1974. Lo torturaron Castiglioni, Campos Hermida, Cordero, Gavazzo, Calcagno y Coubarrere en Argentina. Lo trajeron en un avión de Pluna. Le dieron tacho y picana en Montevideo, Rocha y Minas, hasta el Goyo lo interrogó. Estuvo siete años preso. Hoy sigue denunciando.

POR ROGER RODRIGUEZ

Antonio Viana Acosta era tupamaro y estaba radicado en Argentina desde abril de 1973. Vivía en el barrio Once y trabajaba en Anchorena 51, la sede del Ministerio de Bienestar Social, eje del gobierno del general Juan Domingo Perón, quien designó a José López Rega como secretario de esa cartera.
Viana Acosta fue testigo del proceso que se fue dando en aquel ministerio, donde se cobijarían los más peligrosos elementos de la ultraderecha argentina. Los ojos de aquel moreno uruguayo criado en Rocha llegaron a ver cómo, en el subsuelo del ministerio, cargaban armamentos en una ambulancia.
En el Carnaval de 1974 las cosas empeorarían, cuando jefes de la represión de las dictaduras de Bolivia, Chile y Uruguay (representado por el inspector Víctor Castiglioni), acordaron con la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A) una coordinación represiva, que años después evolucionaría en el Plan Cóndor.
Luego que se formalizara la coordinación represiva entre la ultraderecha argentina y las dictaduras de la región, los “zurditos” que habían llegado al Estado con el gobierno del “delfín” Héctor Cámpora, se convirtieron en un objetivo para los agentes de la represión porteña. Viana caería el 21 de febrero de 1974.

Los “pesados”
Al “Negro” Viana lo secuestraron los capos de la “patota” argentina: Almirón Sena, guardaespaldas de López Rega, Luis Margaride, Alberto Villar, subjefe de la Federal y principal de la Triple A, Miguel Angel Iñiguiz jefe de la Policía Federal y el coronel Jorge Osinde. Todos reconocidos como “pesados”.
En democracia, lo llevaron a Coordinación Federal (“Coordina”), en la calle Moreno 1417, cerca del Congreso. Allí lo torturaron los policías uruguayos Víctor Castiglioni y Hugo Campos Hermida, y los militares Manuel Cordero, José Gavazzo, Sergio Coubarrere y Carlos Calcagno, a quién ya había sufrido en el Batallón Florida.
Permaneció incomunicado en la Cárcel de Devoto varias semanas y lo llevaron a la Cárcel de Caseros, por otros 20 días, hasta que lo pasaron al local de Alcaldía 21 y quedó con otros presos, entre ellos varios bolivianos que iban a “poner en libertad”. La acción represiva pactada en enero ya era internacional.
Viana Acosta se las ingenió para poder sacar una esquela dirigida al exiliado senador Enrique Erro, que estaba alojado en el Hotel Roy en la céntrica esquina de Corrientes y Esmeralda. Le pidió ayuda y Erro les mando dos famosos abogados: Rodolfo Ortega Peña y Silvio Frondizi.
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Pasaje de Pluna que demuestra el traslado de Viana.
Pasaje de Pluna que demuestra el traslado de Viana.

El “Vuelo 158″
Los dos juristas argentinos, quienes ya habían colaborado con Zelmar Michelini en su presentación ante el Tribunal Russell, presentaron un habeas corpus que obligó a la policía federal a cambiar o acelerar sus planes. Era el 3 de abril de 1974 y hacía más de cuarenta días que Viana Acosta era torturado.
Sólo un día después, el 4 de abril, a las 10 de la mañana lo volvieron a llevar a “Coordina”, lo subieron al 9º piso, y le anunciaron que sería entregado “sin causa” a la dictadura uruguaya. Fue el jefe de interrogadores Juan Carlos Lapuyole (alias “El Francés”) quien lo trasladó en un Falcón hasta Aeroparque.
Lo instalaron en Migraciones, esposado a un calefactor. Lo subieron a un avión de Pluna. Era el Vuelo 158. Le sacaron las esposas y lo amenazaron para que no provocara incidentes. Quedó a cargo del capitán de la nave: un aviador morocho trigueño, alto, corpulento. El día 5, a las 12.20 horas llegó a Carrasco.
En el mismo vuelo viajaban su compañera, Estela Barboza, con su hijo David Rowinsky, quienes también habían sido secuestrados y deportados. Le logró pasar una carta para advertirle sobre lo que había declarado. Ella rompió la nota, pero los papeles aparecerían pegados cuando lo volvieron a interrogar…

“¿No te dije…?”
Personal del Departamento 4 de la Dirección Nacional de Información e Inteligencia (DNII) lo fue a buscar dentro del avión a su llegada a Montevideo. Lo llevaron a San José y Yí, esposado y sin capucha. Lo encerraron en las celdas de seguridad del cuarto piso. Allí pudo ver a Isacc Lewi.
En las celdas de Jefatura volvió a ser torturado e interrogado por el subcomisario Raúl R. Benítez Caches (Viana no olvida la cicatriz de su rostro) y Pablo Fontana Zunino. El 9 de abril se decide su traslado al Batallón Nº 12 de Rocha, el lugar donde había estado preso antes de viajar a Argentina.
Había sido liberado en 1972. “Si es necesario te voy a ir a buscar a donde sea y te voy a volver a traer acá”, le había advertido entonces el oficial Pedro Enrique Buzó Correa. El comisario Benítez lo entregó para el traslado a Rocha. Buzó lo recibió con una sonrisa: “¿No te dije que te iba a ir a buscar?”, le dijo.
En Rocha, con el oficial Néstor Ramón Silvera Fonseca, lo bajaron a culatazos, lo arrastraron por la Plaza de Armas y lo subieron al segundo piso del edificio principal donde estaba el “S 2″ de inteligencia militar. “¿Qué hacemos con éste?”, preguntó el subalterno. “Tratamiento consabido”, le respondió el oficial.


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En un cuartel de Rocha, Gavazzo lo torturó personalmente.

A solas con Nino
Fueron testigos de aquella tortura tres dirigentes principales de los tupamaros que estaban en el Batallón. Eleuterio Fernández Huidobro (“El Ñato”) se alojaba en la Celda “3″. En la “2″ estaba Mauricio Rosencof (“Pelado” o “Caruso”) y en la Celda 1, se encontraba José Mujica (“Pepe” o “Facundo”).
Fernández Huidobro relata el horror de aquella tortura al “Pantera Negra” durante aquellos días de “tacho” y “picana”, en los que su cuerpo masacrado era tirado diariamente en la Celda “4″. Al quinto día ya lo iban a torturar en el mismo calabozo. “Yo vivo en Buenos Aires, en Quilmes” se defendía Viana.
El 22 de abril, llegó a Rocha el mayor José Nino Gavazzo. Acababan de matar a Silvia Reyes, esposa de Washington Barrios, junto a sus amigas Laura Raggio y Diana Maidanick. El Nino llevaba a una detenida de Artillería 1 y aprovechó para hacerle un careo con Viana en la enfermería del Batallón 12.
Quería saber sobre Washington Barrios. Ante las negativas de Viana, Gavazzo lo subió a la sala del “S 2″ y lo torturó personalmente. Le llegó a cerrar una puerta en la mano para quebrarle todos los dedos. Entonces ordenaron que lo enviaran al cuartel de Minas… “Allí vas a hablar, todos hablan”, le advirtieron.

Zelmar y Barrios
En El Batallón de Infantería Nº 11 de Minas lo volvieron a torturar el mayor Gustavo Adolfo Taramasco Steinfeld (“Alfredo”) del OCOA, los hermanos capitanes Héctor Mario Castromán y Osvaldo Castromán, el capitán Tabaré Camacho Pastorino y personal del Batallón 12 de Rocha.
Viana recuerda los grados que los militares del Ejército llevaban en el cuello de sus uniformes como los oficiales de la “SS” en la Alemania nazi. También reconoció a oficiales de la Fuerza Aérea en las sesiones. Tampoco olvida la responsabilidad del piloto de la aviación que lo trajo en el viaje de Pluna.
El interrogatorio se centró en las actividades de Enrique Erro y Zelmar Michelini. Querían saber por qué lo defendieron Ortega Peña y Frondizi. También le preguntaban por Washington Barrios, a quién él desconocía. Se buscaba una justificación para las muertes de la calle Mariano Soler 3098.
En esos primeros días de mayo de 1974, el Negro Viana Acosta sufrió la intensa tortura en manos de Gavazzo y el “pajarito” Jorge Silveira. Hacía tres o cuatro días que lo tenían colgado y dándole “tacho”, cuando alguien entró y en el lugar se hizo silencio…


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El propio Goyo lo interrogó a fustazos para que hablara.

La fusta del Goyo
Ese día estaban presentes los oficiales Buzó, Silveira y Raúl Mario Saravia. Le pusieron una capucha para que no reconociera al visitante, pero Viana había podido hacer pequeños agujeros en la tela para ver. Era el general Gregorio Conrado Alvarez, entonces comandante de la División de Ejército IV.
“Así que es éste”, dijo con sarcasmo el Goyo. Viana cuenta que el general se cansó de golpearlo con la fusta e in
sistir en que dijera algo sobre Washington Barrios. Cuando comprendió que no lograría su propósito, recuperó la compostura y dijo: “Pueden continuar con él… tiene que hablar”.
Con el visto bueno del oficial superior, la tortura sobre Viana Acosta se convirtió en saña.
Tanto lo golpearon, lo picanearon y lo asfixiaron que uno de los que lo conocía de Rocha, tuvo que advertir que el negro había sufrido un paro cardíaco cuando años antes lo torturaron en el Batallón 12.
Viana quedó días tirado en su celda, tapado con un poncho. Cuando volvieron a interrogarlo, dijo que tenía ladillas.
Llegó a arrojar en el rostro del torturador un puñado de pelos y parásitos que arrancó de su pubis. Tiraron DDT en su celda y casi se muere envenenado. Lo salvó un enfermero llamado Líber.

El “blanqueo”
Finalmente, Viana Acosta fue curado y preparado para devolverlo al Batallón 12 de Rocha. Allí no volvieron a golpearlo. Sólo lo sometieron a algunos plantones. El 24 de octubre de 1974 el prisionero dejó de estar en condición de “desaparecido” y fue llevado ante el juez militar para ser procesado.
El juez militar de instrucción de 4º turno, capitán de navío Oscar Pío Llorens, asistido del secretario, capitán Juan Emilio Dendrines, le imputó “asociación subversiva” y “atentado a la Constitución en el grado de conspiración”. Lo condenaron a seis años de cárcel que luego aumentaron a siete.
Permaneció en el Penal de Libertad (recorrió las alas 4 A y 4 B, las barracas y el 5 A) hasta que fue liberado el 18 de febrero de 1981, a casi siete años exactos de su secuestro. Se exilió entonces en la ciudad de Växjö, en el centro de Suecia, desde donde denunció internacionalmente su odisea.

(La República, domingo 14 de septiembre de 2008)




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