sábado, 11 de enero de 2014

La buenas costumbres

Buenaventura Durruti


por Hugo Bruschi  en el AÑO DE LA DIGNIDAD.



Ud. pudo haber llegado al mundo en Cataluña, Andalucía o Asturias, y tal vez, por razones personales ha decidido cambiar su lugar de nacimiento. No pierda tiempo ni gaste dinero en falsificadores de documentos. Viaje al Uruguay y allí sin costo alguno, Ud. automáticamente será "gallego". Yo creo, que ni la misma Galicia conoce a esta altura, la cifra de españoles de las más distintas procedencias, que han adoptado en forma involuntaria, "Patria gallega". Y Don Josep Feliú, catalan, zapatero y hombre de Buenaventura Durruti, no podía ser la excepción. Ya instalado en su zapatería, pasó a ser el Gallego José.

Eran mis años jóvenes y siempre escuché mucho más de lo que hablaba. Por supuesto de lo que valía la pena escuchar. Y don José a quien acostumbraba visitar en su negocio y tomar algunos mates - se había recibido de uruguayo - era una fuente de sabiduría aprendida en las calles y en la vida, en el frente republicano y en el exilio forzoso, cuando ya no quedaba otra salida. 


 Una foto de Durruti y un acto de la CNT, acompañaban sus horas de media suela y taco, de afilados de cuchillos y tijeras. Nunca le pregunté si era anarquista, sino que más bien hablábamos sin necesidad de etiquetas que en definitiva no agregan nada. El tampoco preguntaba. Un día me dijo y no recuerdo en qué circunstancias, que "las buenas costumbres no eran burguesas ni proletarias, eran buenas costumbres" para luego agregar .."si tú recibes un favor, agradécelo, si te prestaron dinero, págalo aunque al otro día no tengas para comer". 

También recuerdo una frase que repetía a menudo, sobretodo cuando se refería a algunos acontecimientos, que estaban despertando a un Uruguay en estado de letargo. "Sembrar con el ejemplo". " Si eres estudiante, el mejor y si eres combatiente, mejor aún". Pasaron los años, yo me fuí del barrio y un día como el malevo del tango, decidí dar un vistazo alrededor de aquellas calles. Pasé frente a la zapatería El Obrero que así se llamaba, aunque bien pudo haberse llamado El Buen Trato, dada su inquietud por las buenas costumbres. Seguramente, no quiso plagiar aquella idea original de Rosigna y Moretti. La ví cerrada... llegué hasta el boliche a tomarme una "espinaca" (para los que no saben hablamos del Espinillar) y jugarme un truco. Pregunté por el gallego José y me dijeron que había Muerto y por boca de un muchacho que mucho no entendía de que se trataba, me enteré de un hecho curioso: " en medio del velorio, llegó un loco y le tiró una bandera arriba del cajón" Pregunté por el color de la bandera y me dijo: " roja y negra"... 

No necesité preguntar más, mis sospechas se habían confirmado. Y aquellas palabras que hablaban de sembrar con el ejemplo  seguidas de las buenas costumbres sin propietarios, me quedaron grabadas para el resto de mi existencia.
Cuando asistimos a la pérdida de valores - sagrados diría yo - a la hora de reclamar los cambios, cuando el accionar y el ejemplo no guardan relación ni invita al entusiasmo, mucho menos convoca a la esperanza, se necesitan muchos Don José para empezar desde abajo, cimentando el terreno firme para luego construir con confianza. Y alguien tendrá que tirar los planos arriba de la mesa, pues esto no va más y el edificio amenaza con derrumbe. Y tendrá que ser por sobretodas las cosas, un llamado a la reconstrucción MORAL del país.  De un país que se nos va de las manos. Y esta es una empresa que necesita de todos aquellos hombres y mujeres de buena voluntad, sin importar el color del partido o de algún otro verso. De mujeres y hombres que vengan armados con la más temida de las armas: SU DIGNIDAD.



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