domingo, 9 de diciembre de 2012

Usted no vió nada




“ARROJABAN TANQUES CON CUERPOS ADENTRO” 

El Delta, “el lugar perfecto”

Por Diego Martínez

Un pibe de Villa Paranacito, en Islas de Ibicuy, Entre Ríos, se sienta en el muelle familiar sobre el río Paraná para sintonizar una FM con su Tonomac súper platino. El ruido del agua que golpea contra la costa se interrumpe con el sonido grave de las aspas de un helicóptero, que se posa a diez metros de altura, cerca de la desembocadura del desaguadero del Sauce. De repente, golpes: algo cae al río. Más tarde, en un recodo, en una rama, aparecen cuerpos atados de pies y manos. Luego Prefectura Zona Delta, la misma que alojó al prefecto Héctor Febres hasta que el cianuro lo silenció para siempre, se encarga de desaparecerlos. “‘Estaba en política’ (mala palabra), decían cuando preguntábamos. Esto por lo frecuente, aunque sea una aberración injustificable, era considerado normal.” La historia transcurrió durante la dictadura. El relato y la cita se publicaron en 2007 en la revista La Isla del Delta, que se edita en Campana. El protagonista, testigo de la imagen que Charly García propuso recrear para homenajear a las víctimas de los vuelos, amplió su testimonio ante el periodista entrerriano Fabián Magnotta, que lo acaba de publicar en el libro El lugar perfecto. Vuelos de la muerte y desaparecidos en el delta entrerriano (1976-1980), de Ediciones Cinco.

Magnotta inició su investigación en 2003, cuando un policía que en los ’80 había prestado servicios en Villa Paranacito se presentó ante el juez de instrucción de Gualeguaychú para relatar una historia que le había contado una ex novia. Cuando era niña, recordó, fue testigo del entierro de un hombre joven que había sido arrojado desde el aire adentro de un tambor de 200 litros. “Me contó que ese día todos entendieron qué era lo que había en esos tanques que se veían caer desde helicópteros”, declaró. El juez Eduardo García Jurado ubicó a la mujer, que no se presentó ante la citación. Cuando un móvil policial la trasladó al juzgado, negó el relato. Durante el careo con su ex novio, temblando, volvió a negarlo. “Tienen que entender la idiosincrasia del isleño”, explica ante Página/12 Carlos Ferreyra, el pibe de la Tonomac que tardó tres décadas en contar sus recuerdos. “El isleño se mimetiza con el paisaje, es un observador silencioso, no habla”, dice. “Los habitantes del delta tienen miedo hasta hoy”, agrega.

Magnotta recorrió el delta durante años, volvió una y otra vez para ganarse la confianza de los lugareños y recoger testimonios de primera mano. La hipótesis que desarrolla en su libro es que el delta entrerriano, miles de héctareas de ríos pero también montes, esteros y bañados a los que sólo se accede de a pie, fue el lugar elegido por las Fuerzas Armadas para concluir el ciclo secuestro/interrogatorio/ejecución/desaparición. A partir de los testimonios de lancheros, jornaleros y pescadores, armó un mapa de los lugares donde se encontraron cuerpos o se los vio caer al vacío. Hay menos de cien kilómetros de Buenos Aires, apenas 15 o 20 minutos de avión, apuntó, y destacó la reiterada respuesta de Prefectura cada vez que algún vecino decidió anoticiarla: “usted no vio nada”.



Entre esos testimonios está el de Roberto, uno de los conductores de la lancha escolar:

¿Y qué viste sobre los vuelos de la muerte?
Vi cómo tiraban los cadáveres.
¿Y qué más viste?
Una vez vimos uno enganchado en un árbol, y les dije a los chicos no miren, si tienen miedo, olvídense...
Increíble...
Eso era lo terrible, no tiene nombre, semana tras semana tiraban gente desde aviones.
¿Y dónde caían los cuerpos?
Caían en cualquier lado, en todos lados...
¿Siempre en el río?
Nosotros veíamos los que caían al río, pero los aviones pasaban y seguían tirando más allá del río. 

 

Más voces
El autor de El lugar perfecto diferenció en tres tercios a los testigos con los que pudo tomar contacto: un tercio que accedió a hablar y a dar su nombre y apellido; un tercio que habló pero pidió reserva de su identidad, y un tercio que no habló. El amedrentamiento que recibían de parte de Prefectura en aquella época es la razón para explicar ese silencio. En el tercer grupo está una mujer que habría encontrado dos cuerpos en el techo de su casa y cuando fue a avisar a los prefectos, le dijeron que los moviera y los arrojara al agua.

Entre los que hablaron pero no dieron su nombre, hay un vecino de Villa Paranacito que trabajaba de lanchero para la empresa Celulosa Argentina y andaba por todos los ríos de la zona. Él vio que algunos cadáveres eran comida para los pescados:

En esas recorridas en la época de los militares los tiraban de los helicópteros y yo los encontraba en el río, boyando. Yo salía todas las mañanas. A algunos se los comían los pescados. Eso pasaba en el río Bravo, y algunos cuerpos quedaban contra el juncal.
(…)
¿Los cuerpos estaban vestidos o desnudos?
Vestidos.
¿Tenían las manos atadas?
Los que podía ver boca abajo, tenían las manos atadas atrás.
¿Y usted qué hacía?
Nada, si me descubrían que estaba mirando era un problema.
¿Eran varones o mujeres?
No puedo decir eso con seguridad, porque uno pasaba y trataba de no pararse mucho a mirar.
¿Habló el tema con Prefectura?
No, con la Policía. Fui la primera vez que encontré un cuerpo en la salida de la boca del (río) Gutiérrez, en el faro. Y me dijeron: “Calladita la boca, que te va a pasar lo mismo a vos”.
¿Se escuchaban comentarios en la zona sobre la aparición de cuerpos?
Sí, a las otras lanchas les pasaba lo mismo, a veces se enganchaba algún cuerpo. Comentaba después el tema con gente que venía de Buenos Aires. Nos dijeron los capos (directivos de la empresa): “Esos son los que matan los militares”.
¿Es como que era una cosa normal?
Totalmente normal.



“Yo vi cuando un helicóptero del Ejército tiraba cuerpos al dique” 

Un pescador asegura haber visto cuando tiraban cuerpos al dique
Un hombre de 67 años dijo: “Yo vi cuando un helicóptero del Ejército tiraba cuerpos al dique”

Se llama Andrés Reyes, tiene 67 años y hace 40 que concurre a pescar al Cabra Corral junto su hermano, Mauro. El hombre le contó a Informatesalta lo que vio aquella noche mientras estaba pescando a la altura de la Casa de Piedra. “Cuando sentimos el ruido del motor del helicóptero apagamos las lámparas y nos quedamos quietos en medio los árboles donde estábamos pescando en la orilla”, dijo. En ese lugar, hace “unos 25 años más o menos”, vio aquella tétrica escena que le quedó grabada a fuego en su memoria. Un testimonio conmovedor.

Los hermanos Reyes, Andrés y Mauro, hace 40 años que van todos los fines de semana al dique Cabra Corral. “No faltamos casi nunca”, se regodean, mientras miran fijamente la bolla que flota metros abajo, en el espejo de agua verdosa del embalse. Los dos están pescando desde el puente, cerca de la orilla norte, alejados del ruido de la gente que a cerca de las 11 del día sábado ya comenzaba a poblar la estructura de cemento para sacarse una foto, saltar desde la plataforma atados de los pies o simplemente para contemplar desde allí la majestuosidad del dique.

“Nosotros venimos aquí desde antes de que esto se transforme en dique. Por aquí pasaba el río Guachipas y nosotros veníamos a pescar bagres”, le cuenta a Informatesalta Mauro, quien con 65 años es el menor de los dos. “Siempre nos gustó la pesca, y casi siempre salimos juntos, desde hace años”, comentan.

- La pregunta obligada es si lo vieron alguna vez a “cabralito…”

- No, esas son mentiras. Nunca vimos nada raro en este dique, recién ahora la gente comenta algo con respecto a ese bicho, pero nosotros nunca vimos nada. (Mauro)

- ¿Y cuándo estaban los militares en el poder, se podía pasear en este lugar sin problemas o había algún tipo de restricciones?

- Se podía andar sin problemas, no pasaba nada.

- La pregunta viene porque, dicen, en este lugar hay cuerpos que tiraban en la época de la dictadura…

- De que hay cuerpos, hay cuerpos, eso es seguro.

- ¿Y usted cómo sabe eso?, ¿sospecha algo o sabe algo?

- No, lo que pasa es que yo vi cosas. Vi cuando un helicóptero del Ejército tiraba cuerpos al dique.

- ¿Hace cuántos años pasó esto que usted cuenta?

- Unos 25 años más o menos.

- ¿Y estaban los dos juntos pescando?

- No, estaba yo con un grupo de amigos (dice Andrés) porque mi hermano esa noche no pudo venir.

- ¿Se acuerda más o menos la hora?

- Era un sábado, como a las tres de la mañana más o menos.

- ¿En qué lugar vio eso?

- Estábamos pescando a la altura de la “Casa de Piedra”, cuando de golpe sentimos el ruido del helicóptero. Apagamos las lámparas y nos quedamos quietitos, sin hacer ruido, porque teníamos miedo de que, si nos descubrían, nos podían hacer algo a nosotros.

- ¿Qué fue lo que vio exactamente?

- El helicóptero vino y se posó a unos metros del agua, entonces tiraron una cosa pesada, como un envoltorio grande.

- ¿Cuántos ruidos de cosas que cayeron escuchó?

- Uno solo escuchamos, y luego el helicóptero se fue.

- ¿Y qué hicieron ustedes luego?

- Nos quedamos calladitos, nadie habló, nadie dijo nada. No queríamos ni prender la linterna siquiera. Tampoco comentamos nada en ninguna parte, ni en el barrio, en ningún lado.

- ¿Y por qué cuenta esto ahora?

- Por que ya pasó mucho tiempo, para evitar problemas no hablé nunca este tema, pero ahora el tiempo pasó, por eso le conté lo que vi aquella noche.

Este fue el diálogo, textual, que Informatesalta llevó a cabo con Andrés Reyes, el primer civil que realiza una denuncia de este tipo en Salta. Al final de la charla, y al momento de la despedida, le advertimos: “Don Andrés, de ahora en más lo van a llamar de varios lados, incluso de la Justicia para que amplíe lo que dijo en esta nota”. Una sonrisa nerviosa obtuvimos como única respuesta.


Los gráficos de Gabriel Carbajales







0 comentarios:

Publicar un comentario

No ponga reclame, será borrado