martes, 30 de noviembre de 2010

La Vida del Chacal en Nicaragua


La Vida del Chacal en Nicaragua


A todos los compañeros:
Estos días he estado reflexionando a cerca de la vida de Alberto en Nicaragua.
Esto es debido a que fueron muchos años aquí y con una gran riqueza política y espiritual.
Cuando Herita y Alberto llegaron a Nicaragua venían de reencontrarse en Suecia luego de los largos años de reclusión de Alberto los cuales fueron cerca de año y medio en el Penal de Punta Carretas del cual salió cuando el abuso, posteriormente trece años en el Penal de Libertad recuperando su libertad cuando la amnistía.
Al llegar ellos a Nicaragua nos toco irlos a buscar al aeropuerto.
Como ustedes se imaginan en plena revolución con un enorme entusiasmo de parte de todos nosotros y en unas circunstancias mágicas.
Recuerdo que Alberto se emociono al ingresar a Nicaragua y se le caían incluso algunas lágrimas de pensar que se iba integrar a esta revolución.
Durante sus años de vida en Nicaragua (aproximadamente 24 años) tuvimos muchas experiencias algunas de ellas en común y otras cada quien en lo que le toco hacer.
Alberto estuvo siempre vinculado a las actividades político-militares y de seguridad que era parte de su personalidad.
Sin embargo en estas circunstancias me recuerdo de algunos episodios que compartimos Alberto y yo y son para mi recuerdos imborrables.
Durante algunos años nos toco entrenar militarmente a los guerrilleros salvadoreños de el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), fue una experiencia muy enriquecedora y seguimos todo el proceso hasta la ofensiva final en el Salvador que posteriormente llevo a los acuerdos de paz en ese país y actualmente el gobierno en el Salvador es del FMLN.
Cuando EEUU invadió Panamá nosotros pensábamos que también iban a invadir a Nicaragua y nos organizamos para tratar de resistir lo mas posible si ingresaban aquí y todavía recuerdo a Alberto con un fusil en la mano, su pechera puesta en su pecho con los magazines y granadas de mano.
En otra oportunidad durante la guerra hubo un gran huracán y nos toco ir a reconstruir un pequeño pueblo en el interior que había sido desvastado por las aguas y el viento.
En ese sitio funcionaba una escuela de Batallones de Lucha Irregular (BLI) y las laminas de zinc de las casitas del pueblo se habían volado y caído cerca de la escuela de BLI donde había un sector minado y nosotros teníamos que reconstruir las casas y cuidar que nadie fuera a querer recuperar sus laminas y hiciera estallar una mina.
Luego de que finalizamos nuestra tarea allí cuando nos estábamos desplazando por el camino a otra zona veníamos en una caravana militar en la cual estaban integrados una cantidad de jóvenes de ambos sexos (voluntarios) y la consigna que teníamos era que la caravana no se podía detener a no ser que fuera atacada por la contra.
Sin embargo en determinado momento se detuvo la caravana y nosotros pensamos que había algún ataque, a pesar de que no se escuchaban detonaciones.
La realidad era que en un ataque de emotividad y cariño los mas jóvenes habían detenido la marcha para hacer un pequeño homenaje en el lugar donde meses atrás la contra había emboscado y matado a varias madres de combatientes sandinistas (llamados por nosotros Los Cachorros de Sandino), a pesar de que esto fue un acto de indisciplina lo pudimos entender a cabalidad y son esas cosas que tiene el pueblo Nicaragüense que nos hacen quererlo tanto.
Alberto participo en muchas actividades encubiertas en defensa de la revolución que obviamente no puedo describir aquí.
Es importante destacar que su compañera Herita (que también estuvo presa varios años en uruguay) siempre tuvo un comportamiento ejemplar y consecuente con sus ideas.
Todos estos sentimientos que solo podemos tenerlos Los Compañeros es una de la muchas cosas que nos diferencian totalmente con la gente de derecha.
El mejor homenaje que podemos hacer a la memoria de Alberto  es continuar con nuestra lucha cotidiana sin aflojar "nadita así" como decía el Che.
Como decimos en Nicaragua:
 Patria Libre o Morir.
Edmundo Escande
Managua, Nicaragua



Luis Alberto Machado Rodales
Un hombre que tiró la piedra un millón de veces buscando el cielo propio y fecundo que es el cielo del hombre

Antes que nada, unas pocas palabras acerca de la fortísima y atrapante personalidad de “El Gordo” -como me gustaba decirle, en lugar de “El Chacal”, como se lo bautizó con cierta ironía criolla en el campo de concentración “de Libertad”, en los bostezos del amanecer fascista que envejeció en menos de una docena de años… Y, luego, una reflexión que, sinceramente, me asalta ahora, unas horas después de habernos enterado de que “El Gordo” la quedó abatido por un cáncer fatal, sin que muchos supiéramos siquiera que estaba en Montevideo, internado, seguramente con más de 70 años a cuestas y una vida de millones de páginas que nunca serán escritas.

Luis Alberto Machado Rodales fue un revolucionario y un materialista consecuente en todos los planos de su vida. Lo fue también en su poética y legendaria forma de ser cotidiana, en la que jamás perdió eso que él llamaba “cosmovisión”, y que manejaba y recomendaba no sólo como premisa intelectual rectora, sino también como goce del alma y como máxima expresión espiritual en un revolucionario: cosmovisión quería decir para él, internacionalismo, sentido dominante de pertenencia a una clase sin más patria que la fé en la causa.

“El Gordo” vivió la cana aferrado a la cosmovisión, aunque muchas veces lo fuera sólo a partir de antojos suyos, de sus ojos grandotes-grandotes hechos para escudriñar el universo y no solamente la comarca o la secta a la que estuviera vinculado, dinámicamente, sin conformismo de ninguna especie, sin creer del todo en “los datos de la realidad”.

Maestro en el arte de entremezclar realidad y creatividad personal, nunca nadie pudo saber propiamente qué cosas de sus relatos “autobiográficos” pertenecían a acontecimientos ocurridos verdaderamente y qué cosas habían surgido de una ficción espiritual que él cultivó con genialidad, sin creer que los edificios de la creación humana fueran monopolio de la literatura, el teatro o el cine.

Para muchos, muchísimos, “El Gordo” padecía de “mitomanía”, esa supuesta y rara “patología” que hace que asumamos cosas inventadas en nuestro cerebro y nuestro corazón, como “cosas objetivas”…

Nunca se detuvo a tratar de aclarar nada ni desmentir el diagnóstico que hicieron, entre otros, algunos de los que unos años después le diagnosticaron “locura” a Raúl Sendic, por exteriorizar con sinceridad sus “descabelladas” ocurrencias políticas apenas salidos de las mazmorras maragatas. Tampoco nos dijo cuáles estafas magistrales a burgueses de Europa y no solamente de Europa, eran reales y cuáles inventadas, en sus aventuras juveniles de anarco práctico “internacional”, para el que la legalidad burguesa no sólo era cuento más allá de códigos, fronterasy cachiporras, sino también algo tan expugnable como el derecho burgués y toda su enclenque ficción “jurídica” apoyada en los sables, la biblia y las llamadas buenas costumbres.

Para “El Gordo”, “ficcionar” era una necesidad ineludible en un mundo en el que la ficción es dueña y señora de la que nacen realidades y surrealidades más increíbles que la misma ficción. “Ficcionar”, para él, era crear, proyectar, disparar, encender fuegos con los que poca gente se atreve; desafiar verdades y mentiras consagradas por la fuerza de la costumbre y por hábitos de pensamiento tan perezosos como lo son sus mismos propulsores, los conservadores “natos” de todos los tiempos.

Era capaz de decirte –en un puazo de su lógica dialéctica que especulaba con la tuya y trataba de llevarte a su misma sintonía- que había sido amigo de Shakespeare, Engels o Bakunin, pero –como bien señala el otro “Gordo” querido, Néstor- también te aseguraba que era amigo de Julio Cortázar, y no te mostraba la carta que recibió de él solicitando “visita especial” en el penal, para que le creyeras, sino para compartir con sencillez pueril, con algunos compañeros, la inmensa alegría de saber que el gran escritor y compañero se acordara de él, todavía, tantos años después de añejos coloquios en los que con toda seguridad “El Gordo” le hizo la “crítica literaria” a algunos de esos geniales cuentos sin patria, sin ubicación geográfica, desprovistos de lógica formal y sentido común.

“El Gordo”, era, por lo dicho y por muchas cosas más guardadas en el corazón de muchas y muchos, un personaje querible desde el primer encuentro. Al “Gordo Machado” lo buscabas cada vez que sentías necesidad de alguien que te infundiera ganas de vivir y un optimismo que no tenía nada que ver con la estupidez triunfalista.

Alberto Machado –revolucionario hasta en la estampa de preso uniformizado y numerado; atrevido, inquisidor, removedor de cosas juzgadas- fue la imagen de lo que fue: un libertario de dos siglos, un “animal político” que –disculpen la grosería- te despertaba esa euforia y esos instintos humanos trascendentales, que solamente despiertan esos perros que no dejan de darte vueltas si llegás a tu casa y no les das bola.

“El Gordo” era lo que se dice un hermano al que poco le importaba que fuéramos hijos de padres distintos o que nuestras madres se llevaran como gato y perro. “El Gordo” vivió cosechando cariño porque lo sembró al boleo y sin calcular nada; nada que no fuera intrínsecamente inherente a la amistad que también puede darse entre militantes, a pesar de los malos ejemplos.

Bueno, me llevó más párrafos la “breve” alusión a la personalidad de Luis Alberto, que la reflexión que dejé para el remate, capaz que mejor así, más breve que lo anterior, más contundente:

El sábado, cuando Jorge me dijo que “El Gordo” había muerto, volví a mi casa sin ganas de escribir nada a propósito, caliente por haber desperdiciado la oportunidad de charlar con él hace cerca de un año después de 25… Volví  perseguido por una pregunta que en realidad es una respuesta de la que cuatro días después no puedo desprenderme:

¿No será que este “mitómano” internacionalista práctico, “estafador internacional”, señor de cosmovisiones, creador de mundos todavía en estado de gravidez, fue uno de los pocos –tal vez el más convencido de todos- que acertó el camino post dictadura, sin titubeos, sin vanas esperanzas, sin idealismo, eludiendo la imposible “recomposición” de viejas ficciones y fracciones alejadísimas unas de otras, sacándole el culo a estériles e interminables debates, presintiendo “definiciones ideológicas” que ya estaban definitivamente instaladas desde la derrota, la cana, el exilio y la clandestinidad, y apuntando la mira hacia imposibles posibles que reclamaban de todos los brazos y todas las neuronas del mundo, para respaldar la victoria y la consolidación de otras revoluciones que son la misma revolución en todas partes?.

¿No será que la ida sin transición de Machado a defender Nicaragua y luchar con los salvadoreños, era la alternativa realmente posta y revolucionaria de hecho?.

¿No será que en 1980 y pico, Luis Alberto Machado Rodales saltó de los vehículos militares que nos fueron desparramando por todo el país en un replay al revés del ´72/´73, para lanzarse con todo su materialismo al hombro a concretar la intencionalidad revolucionaria imposible posible que nos contagiara a todos o casi todos los que terminaríamos encerrándonos en inútiles discusiones truncadas de antemano por los que ya tenían asumidos de antemano los caminos a-críticos que condujeron al posibilismo populista?.

¿No será que faltaron los liderazgos de alguien como él, que fue un maestro de la consecuencia y la creatividad revolucionarias, pero que no tuvo espíritu de liderazgo en lo más mínimo como para llamarnos automáticamente a una mesa redonda, a una conferencia, a un debate –qué sé yo-, que nos indujera a volver a empuñar la revolución empuñado el fusil allí donde esto fuera tan elemental y obligado como comer?.

¿No será que Machado ya había salido convencido de que contagiar su determinación era una verdadera quimera que ni siquiera entraba en su lógica dialéctica atrevida y desafiante?.

En fin, nada de deificación de “El Gordo”; nada de lo que a él tampoco le gustaba para nada, aunque jamás tuvo prejuicios que le impidieran hablar de sí mismo sin mentirosa modestia. Pero una cosa sí es cierta, así lo siento: Luis Alberto Machado Rodales no cometió el error, el brutal idealismo, de acompañar siquiera un tramo a aquellos que no han tenido ni un gramo de “mitomanía” como para preservar al menos principios filosóficos y sentimientos fraternos que deben sobrevivir y pelear aún en las peores circunstancias, incluso por encima de posiciones o posicionamientos políticos, si es cierto que se optó por los más débiles.

“El Gordo” –que alguien lo desmienta- tuvo por lo menos –que no es poca cosa, sin duda- la visión clara de que ni siquiera había condiciones entre la caterva de corrientes y subcorrientes del regreso del ´85 para establecer alianzas circunstanciales mínimamente prometedoras. O se empezaba todo de nuevo, o poco se salvaría del desbarranque ideológico imperante; la otra, la que Machado vio y concretó, era la de irse a pelear con todo donde se peleaba con todo, frontalmente, sin medias tintas, por más riesgos que hubiese de quedar atrapados en la lógica belicista del imperio y volver a caer destrozados.

No sé, “El Gordo” fue una luz que se fue de nuestros ojos muy rápidamente y que ahora, ya muerto, nos remueve la conciencia y nos provoca una cierta desazón solamente superable a fuerza de esa misma cosmovisión que fue el faro de sus días y sus noches, y que no le dejó vencerse en las a veces prolongadísimas tinieblas del intrincado pero vivificante gérmen revolucionario.

Deseo compartir, en su honor, estas palabras suyas llegadas a nosotros hace unos meses nomás, luego de décadas de combatir en otras tierras que son nuestra tierra, por una causa que es la misma donde sea:

“Es la hora

A mis compañeros tupamaros en el día mas triste.

Realmente no sé que nos pasa a los militantes de izquierda que hemos sido siempre, por definición, la gente mas interesada en el futuro de los procesos sociales que involucran a nuestros pueblos en su conjunto, que no nos hemos preocupado seriamente por el análisis geoestratégico para forjar las respuestas revolucionarias, y nos hemos desgastado en pseudoestrategias más o menos oportunistas, y perdido fuerzas y energías apoyando tibios intentos de "cambio social demokrático".

Evidentemente la contraconciencia que nos han inculcado guante de seda demokratico mediante, ha dejado más cicatrices ideológicas que las batallas perdidas por las guerrillas en nuestros espacios, pero ha llegado la hora de hablar con la verdad en la mano. Como dijo Fidel, está en juego la supervivencia de la humanidad.

No más "ilusiones" Bachelet Tabaré Obama Zelaya Funes Juanes; no más espacios a los oportunistas de derecha; no más un millón de personas para penetración y diversionismo ideológico; no más apoyo a los demókratas semifascistas encubiertos; no más aperturas a los desviacionistas ideológicos.

Los héroes mediáticos tienen sus espacios a nivel mundial, no hay dudas, pero a la hora de la hora resultan más pequeños que una nuez.

Si se está pensando que nuestra lucha ha sido derrotada, que estamos viviendo sólo el final de un sueño, es hora de ponerlo en la mesa de discusión y ver quién está y quién no está, más allá de tantas palabras y declaraciones y papeles y canciones.

El Ché murió sólo en Ñancahuazú.

Ese destino no nos da miedo.

Puedo percibir que el tiempo apremia, día a día la pila de sacrificados en el altar del sistema capitalista aumenta vertiginosamente, y un sentimiento de derrota hasta ahora rechazado, que ya hace años ha invadido a viejos compañero, zumba y gira violento por todas las ventanas de todos los medios de comunicación de todo el mundo, arrazando con "ilusiones", sueños, esperanzas, deseos, necesidades,

Entonces,

Entonces nosotros los hombres y mujeres de "nuestra América", estamos obligados a pararnos de frente al enemigo,  que sueña que con su tecnología de exterminio puede avasallar, domesticar, destruir nuestra conciencia, para decirles con voz clara y vertical:

"No pasarán"

No pasarán porque la conciencia del ser humano es indestructíble, y ese es nuestro escudo, nuestra espada, nuestro rayo de luz, porque si ustedes pudieran superarnos nosotros estaríamos entregando a la humanidad toda al arbitrio genocida de sus intereses metálicos.

Entonces,

Estén claros que somos 371 millones en nuestra América, y no tienen ustedes fosas comunes suficientes para la gran mayoría que los enfrentará, hasta las últimas consecuencias.

Y nosotros no vamos a dejar solos al comandante Fidel, a Hugo, ni a Evo, ni a Lugo, ni a Correa, ni al comandante Daniel, no casualmente el más satanizado del continente.

Y no dejaremos sólos a los compañeros de las Farc-Ep y ELN, que van a ser los primeros y mas golpeados porque ustedes no se equivocan donde está la vanguardia en el terreno y vendrán a sangre y fuego contra ellos, que seremos todos,

Y recuerden, ya Sandino con un ejército del pueblo los expulsó de Nicaragua y no casualmente tuvieron que desarrollar toda la fuerza siniestra del conflicto de baja intensidad para neutralizar toda una etapa del proceso revolucionario, pero ustedes tuvieron la lucidez de no poner el pié otra vez en territorio nicaragüense.

Y estén claros, que si cuando se fundó el IRA en las catacumbas de Dublín ellos dijeron que estaban dispuestos para una guerra que iba a durar cuatrocientos años, cuando comience la resistencia en este continente, no nos vamos a dar plazos para el triunfo, porque la derrota no existe para los que luchan por la libertad en contra de la explotación del hombre por el hombre, error enorme de Fukuyama, la historia no ha terminado, y nuestra lucha es joven, recién comienza hace algunos cientos de años.

No pretendo hablar en nombre sino de mí mismo, objetivamente no pertenezco a ninguna organización política, por lo que puedo hablar con absoluta libertad lo que pienso.

Pero eso sí, tengo la pretensión de elevar mi voz en nombre de mis compañeros caídos en la lucha "por una patria para todos", a lo largo y a lo ancho de este mundo donde nos ha tocado vivir, y compartir la aventura del ser humano sobre este planeta, más allá de ideologías, religiones o ámbitos geográfico culturales, la misma sangre circula por nuestras venas, y con el ejemplo del Ché, aprendimos a ser generosos con la nuestra.

Fraterno.

Alberto Machado, 1º de marzo de 2010”.-

Gabriel Carbajales, 30 / 11 / 10, Santa Catalina, Uruguay.-
Un envío de Nestor

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