viernes, 5 de octubre de 2007

URUGUAY Y EL PUEBLO, ¿DÓNDE ESTA?

Jorge Díaz

El presidente uruguayo, Dr. Tabaré Vázquez, anunció que tomará
personalmente la ofensiva política y saldrá él mismo a defender el
gobierno que encabeza. Busca responder así a un marcado descenso de
popularidad de la administración frenteamplista, reflejada por dos
encuestas de opinión pública. También busca contrarrestar un clima
enrarecido montado por los diferentes actores de la derecha uruguaya.
Y es este momento donde quedan en evidencia graves errores cometidos
por la mayor parte de los dirigentes del Frente Amplio a la hora de
ser gobierno.
Como en los gobiernos anteriores, todos de derecha, el actual atribuye
sus males a la incapacidad de comunicar correctamente sus logros, sus
aciertos. Mientras tanto, la derecha festeja y hasta ve como
remotamente posible algo que, hasta ahora, parecía imposible: el
retorno de los partidos conservadores (el Nacional a la cabeza y el
Colorado como furgón de cola), al gobierno. En medio de todo este
clima, un tema aparece ausente: el pueblo. Y esto es grave para un
gobierno que se define de izquierda. Es aquí donde justamente aparece
una de las principales debilidades de la administración Vázquez: se
olvidó de la gente. Se desperdició el formidable entusiasmo popular;
se ahogaron las ganas de hacer de cientos de miles de uruguayos cuando
asumió la izquierda el gobierno nacional.
No se organizó al pueblo. Se desmovilizó a la gente. No se tuvo en
cuenta en ese "de ida y vuelta" esencial para cualquier gobierno de
izquierda: el pueblo defendiendo un proyecto de cambio pero los
dirigentes transfiriendo poder a ese pueblo y escuchándolo
atentamente. Porque el Frente llegaba para cambiar también eso, la
tradicional cultura política uruguaya, esa que da protagonismo a la
gente solo cada 5 años, a la hora de votar. Progresivamente, el manejo
de lo político fue excluyendo al pueblo y fue quedando en manos de
unos muy pocos. Y así, con un gusto amargo, los más nos fuimos
enterando de trascendentes decisiones gubernamentales a través de
ministros que hablaban fuera del país, o en frías conferencias de
prensa luego de las reuniones del gabinete.
Las decisiones fueron tan exclusivas, que hasta los propios
parlamentarios de la izquierda se enteraban por la prensa de los
proyectos e iniciativas de su gobierno. Así, la administración Vázquez
enviaba inconsultas resoluciones al parlamento para que con la
antiguamente criticada "mano de yeso", los legisladores de la
izquierda las aprobaran disciplinadamente y sin discusión (como
efectivamente lo hicieron en tantas oportunidades). Si los propios
legisladores eran ajenos a las decisiones de su gobierno, qué podía
esperarse de la gente? El entusiasmo popular fue agotándose; aquella
gente feliz, con ganas, con garra, con decisión, se fue transformando
en una espectadora frustrada primero y abúlica después, de lo que sus
dirigentes resolvían. Y para peor, sus dirigentes resolvieron algunos
actos que estaban reñidos con la propia historia y con la propia ética
de la izquierda.
Combinación fatal: se cerraban las puertas a la participación real de
la gente, y sus dirigentes votaban actos que la gente no entendía, que
lastimaban su propia identidad frenteamplista. El gobierno del Frente
Amplio resultó tener una capacidad transformadora mucho más tibia de
lo que era dable esperar, más teniendo en cuenta que cuenta con la
mayoría en ambas cámaras legislativas. No cerramos los ojos ante
logros importantes del gobierno, ante avances históricos. Pero tampoco
cerramos los ojos a notorias insuficiencias y genuflexiones dolorosas.
Un solo dato lo sintetiza: en el Uruguay gobernado por la izquierda la
torta creció y mucho, pero se la devoraron los de siempre. Según las
propias estadísticas oficiales hoy se acentuó la injusta distribución
de la riqueza y los ricos son cada vez más ricos.
Hay más migajas para los pobres, es cierto, pero no es esto lo que se
espera en un gobierno de izquierda. Como decíamos, el pueblo
frenteamplista vio como se cambiaba el discurso y la acción con
respecto a temas caros para la izquierda. Así vio a su gobierno
tendiendo una rutilante alfombra roja para dar la bienvenida a todos
los inversionistas extranjeros, vinieran a lo que vinieran. El
gobierno no favoreció inversiones que generaran cantidades importantes
de puestos de trabajo, por ejemplo. Soberanamente teníamos el derecho
y el deber de decidir cuales inversiones eran útiles para el país,
para su gente, y cuales no. El equipo económico, con el respaldo del
Presidente, no discriminó. Y nuestro país se ve invadido por aves
rapaces que llegan a comprar tierras, a devorar recursos naturales y
transferir sus ganancias al mundo rico. Y todavía el gobierno les
brinda todo tipo de exenciones fiscales, con lo que el Uruguay se
transforma en un paraíso fiscal y un emporio de zonas francas.
El gobierno celebra y está feliz de que nuestro país pueda llegar a
tener 6, si leyeron bien, 6 megaplantas de celulosa. Es decir, el
Uruguay se seguirá vendiendo para implantar bosques artificiales que
se nutran con nuestras tierras, con nuestras aguas y sigan desplazando
a los ya pocos habitantes de nuestra campaña. La izquierda ha sido
excesivamente respetuosa del capital y del capitalismo, pese a lo cual
no logró amainar la ofensiva de la derecha. Un gobierno tenuemente
progresista no tranquilizó a los sectores conservadores del Uruguay.
La derecha actúa. En el parlamento acusa, interpela, llama a sala sin
pausas a todos los integrantes del Ejecutivo, procurando un desgaste
de los principales referentes de la izquierda. La mayor parte de los
medios de información de Uruguay están en manos de la derecha, y por
lo tanto juegan contra el gobierno, como era dable esperar. Alguien
ingenuamente pensó que no lo haría?
Alguien estimó que por una desideologización del discurso político de
los hombres y mujeres del gobierno, los medios de comunicación de la
derecha serían benignos, ecuánimes y "objetivos"? El gran empresariado
los oligarcas terratenientes y el poder supremo del gran capital
transnacional están operando. Hoy todos se conjugan para generar una
desestabilización inflacionaria, para enrarecer el clima buscando el
retorno un Uruguay que destierre aún a los más tímidos progresismos.
Volviendo al comienzo de esta reflexión, para parar la caída en la
opinión pública, cual superhéroe, Tabaré Vázquez saldrá a recorrer
todo el país, reproduciendo el pueblo a pueblo que lo llevó a la
presidencia. Mano a mano intentará convencer a los uruguayos de que el
Frente Amplio está haciendo un buen gobierno y de que está cumpliendo
el programa al que se comprometió. Es entonces cuando uno se pregunta:
por qué no se acordaron del pueblo cuando este quería jugar el partido
y, sin embargo, lo dejaron en el banco de suplentes?
Por qué dejaron languidecer los Comités de Base del Frente Amplio? Por
qué no se crearon nuevas estructuras de participación popular? Cuando
la izquierda gobierna en un país con las características del Uruguay
sabe que lo hará en condiciones adversas. Sabe que no jugarán a su
favor las estructuras profundas del poder, contra las cuales tendrá
que luchar y a las cuales tendrá que modificar, sino, no es izquierda.
La única forma de contrarrestar la reacción de la derecha y esas
estructuras de poder, es construyendo democracia profunda, verdadera.
Se hace organizando pueblo, movilizando pueblo, concientizando pueblo.
Transmitiendo y explicando, pero también escuchando y estando abiertos
a los aportes y a las críticas, sin soberbias y con humildad. No fue
el camino seguido. Esto puede costar un retroceso histórico para las
fuerzas del cambio en Uruguay. Y las opciones son cada vez más claras:
o el Frente Amplio lucha y trabaja con la gente por cambiar el Uruguay
conservador, o ese Uruguay conservador cambiará al Frente Amplio,
neutralizándolo, vaciándolo de contenido. Que los frenteamplistas no
lo permitan!!! Estamos a tiempo!!!

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